LILIAN ELPHICK
VEN A MI LADO
Hace frío. Santiago es un freezer de última generación. Escribo desde la cama, fumo, bebo té puro, muy caliente, hay migas en la cama del sandwich de ayer en la noche, hay un calcetín perdido atrás, muy atrás, la tele está en mute y muestra imágenes de terremotos, maremotos, una pelota que va derecho al arco, un estadio repleto de gente, gritos, aplausos, comercial de ropa estilo Rusia militar: chica linda, tanques, la estrella roja del comunismo convertida en signo de elegancia casual con oscuros botones militarizados. ¿Cuándo llegará la moda Auschwitz, Al Qaeda, Tratado de Libre Comercio? ¿Llegará algún día la moda de la pobreza? ¿Ropita usada, tirillenta, a pata pelá? ¿Se imaginan a la Valeria Mazza con los pies azulosos de frío y la nariz pegoteada de neoprén?
La cordillera al fin se saca la máscara y me ciega con su blancura de nieve radiante con biosolves que dejarán limpias estas sábanas mugrientas, sanitizadas, perfectamente suaves y aromatizadas, sin tu olor ni tus pelos, sin las uñas de los pies que te cortaste antes de irte, sin el perfume varonil anidado en tu pecho, sin ese extraño y cautivante aroma a sexo placentero, a ese cariño tan grande que sobreviene después de los orgasmos, y esos miedos que son como agujas cuando me dices que vas a comprar cigarrillos y yo te digo “no, para qué si la cama está tan rica, ven, quédate aquí a mi lado, hagamos cuchara mientras el mundo se destruye, ven, podríamos dormir o jugar que somos otros y recién nos conocemos”. Pero no te digo nada, dejo que te vayas sabiendo que el amor no es tan grande y que quieres estar solo, pensar en mí pero lejos de mí, añorar mis caderas y mis gemidos, esas lágrimas felices que brotan cuando estás adentro mío y yo quiero quedar embarazada, darnos un hijo, una hija, que pueda ver el mundo como nosotros lo quisimos ver. Y tú ya caminas por las calles que poco a poco van quedando vacías, miras tus zapatos embarrados, y tienes frío, no sabes dónde ir, quizás meterse a un cine a ver cualquier película, hacer hora en un Café atendido por universitarias que serán sociólogas, leer el diario abandonado en una silla, o buscar una puta, ¿por qué no?, es cosa de hacer el gesto adecuado en el momento adecuado. Te metes las manos a los bolsillos y allí adentro aprietas los puños con una rabia desconocida, ¿por qué no?, te preguntas. ¿Por qué no irse de este país de mierda a otro país de mierda? Cambiar de aire, refrescar la cotidiana fomedad de todos los días. O morir. Tan cansado estás que quisieras morir. Y cuando piensas esto, lloras. No puedes evitar el llanto en la vía pública y no tienes pañuelos desechables, así que la manga del abrigo soluciona parcialmente el problema. Ven a mi lado, sientes mi voz en tus ojos; ven a mi lado que hace frío. Cuando escucho el clic de la llave me hago la dormida. Me besas, apagas la tele, te acercas a la ventana y, por un segundo, ves a un hombre que llora y no sabe dónde ir.
Hace frío. Santiago es un freezer de última generación. Escribo desde la cama, fumo, bebo té puro, muy caliente, hay migas en la cama del sandwich de ayer en la noche, hay un calcetín perdido atrás, muy atrás, la tele está en mute y muestra imágenes de terremotos, maremotos, una pelota que va derecho al arco, un estadio repleto de gente, gritos, aplausos, comercial de ropa estilo Rusia militar: chica linda, tanques, la estrella roja del comunismo convertida en signo de elegancia casual con oscuros botones militarizados. ¿Cuándo llegará la moda Auschwitz, Al Qaeda, Tratado de Libre Comercio? ¿Llegará algún día la moda de la pobreza? ¿Ropita usada, tirillenta, a pata pelá? ¿Se imaginan a la Valeria Mazza con los pies azulosos de frío y la nariz pegoteada de neoprén?
La cordillera al fin se saca la máscara y me ciega con su blancura de nieve radiante con biosolves que dejarán limpias estas sábanas mugrientas, sanitizadas, perfectamente suaves y aromatizadas, sin tu olor ni tus pelos, sin las uñas de los pies que te cortaste antes de irte, sin el perfume varonil anidado en tu pecho, sin ese extraño y cautivante aroma a sexo placentero, a ese cariño tan grande que sobreviene después de los orgasmos, y esos miedos que son como agujas cuando me dices que vas a comprar cigarrillos y yo te digo “no, para qué si la cama está tan rica, ven, quédate aquí a mi lado, hagamos cuchara mientras el mundo se destruye, ven, podríamos dormir o jugar que somos otros y recién nos conocemos”. Pero no te digo nada, dejo que te vayas sabiendo que el amor no es tan grande y que quieres estar solo, pensar en mí pero lejos de mí, añorar mis caderas y mis gemidos, esas lágrimas felices que brotan cuando estás adentro mío y yo quiero quedar embarazada, darnos un hijo, una hija, que pueda ver el mundo como nosotros lo quisimos ver. Y tú ya caminas por las calles que poco a poco van quedando vacías, miras tus zapatos embarrados, y tienes frío, no sabes dónde ir, quizás meterse a un cine a ver cualquier película, hacer hora en un Café atendido por universitarias que serán sociólogas, leer el diario abandonado en una silla, o buscar una puta, ¿por qué no?, es cosa de hacer el gesto adecuado en el momento adecuado. Te metes las manos a los bolsillos y allí adentro aprietas los puños con una rabia desconocida, ¿por qué no?, te preguntas. ¿Por qué no irse de este país de mierda a otro país de mierda? Cambiar de aire, refrescar la cotidiana fomedad de todos los días. O morir. Tan cansado estás que quisieras morir. Y cuando piensas esto, lloras. No puedes evitar el llanto en la vía pública y no tienes pañuelos desechables, así que la manga del abrigo soluciona parcialmente el problema. Ven a mi lado, sientes mi voz en tus ojos; ven a mi lado que hace frío. Cuando escucho el clic de la llave me hago la dormida. Me besas, apagas la tele, te acercas a la ventana y, por un segundo, ves a un hombre que llora y no sabe dónde ir.
Etiquetas: NARRATIVA CHILENA
1 Comentarios:
Cuando leí “Ven a mi lado” me dolió mirar con los ojos del “ser amado”, sentir lo “vulnerable” de su humanidad y la añosa “soberbia” que desgasta y termina aniquilando la capacidad de dar.
(En cierta ocasión una gitana me comentó que era mejor “fingir y pasar por mosquita muerta”).
“Ven a mi lado”, es para los que miran de frente.
¡Gracias!
Lenka Moretic
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