lunes, marzo 19, 2007

CECILIA PALMA

Interferencias in situ
(a Francisca)

I

Coltrane rebota en las
marchitas fronteras del boliche
mientras una joven caravana
a lo Morticia
incorpora a escena la
anacronía silenciosa de un
condenado a muerte.
Bien rojos los labios de las
cenicientas tan pálidas
como si las hubiesen concebido
mimos.

Yo me sitúo mentalmente y no
puedo evitar los ojos que de
vez en cuando franquean
on line
mis coordenadas.
Almendrados y oscuros
con brillo semejante quizás
sólo a una
salida
de sol
después de la lluvia
luego de los ojos
inevitablemente
todo su rostro
y en este punto
cualquier cosa pierde vigencia.

Sonrío con su sonrisa y
entre el jazz
su vocecita a
media lengua narra una
historia teñida
de la magia de
Francisca.

Como si la tuviese enfrente
ahora mismo
sus perlas brillosas me vigilan y
me alegro que no sean de su paisaje
aquellos que borronean
otras historias en la arena
o sobre cohetes y bombas
en el Medio Oriente.



II

Esos niños que
queriendo desaparecer
la inexistencia
juegan a comprender la guerra
y me alegro Francisca que
no estés ahora mismo escondida en
algún barretín de seguridad
sin esperar el mañana y
sometida a la disciplina táctica,
sino que estés yendo
y viniendo a mi ánimo
de la mano de Parker ahora,
mientras
giro la copa lenta
y su ansia.

Qué cosa más extraña chiquita
la vida nos juntó aquí, en este
nudo de fronteras y de sangre
habría que dar las gracias
digo yo
porque no estás en el
otro paisaje,
ese que alcanzo sólo
a través de la pantalla
y confieso
que a veces se
me acaba el valor
presiono la tecla mágica
y escapo sigilosa entre
frecuencias anodinas
y es que algunos días
me vuelco a la lúdica mirada de
un príncipe imaginario
en vano intento de
escapar a la seducción de la partida.

Otro sorbo al cabernet
cómplice taciturno de mis
noches y decido
abandonar este tête - à – tête con
mi huérfana otra
y regresar a casa
a enterarme de las noticias
de la medianoche
para otra vez alegrarme
Francisca
que no estés allí .

El problema es
que nos creemos dioses
emulamos con envidia
al carpintero
sin tener la osadía de morir
olvidamos que fuimos engendrados entre
lenguas y caricias para
vendernos irremediables
a la gracia de una sobrevivencia
a prueba de balas
desviando
si es que existe
el juicio
evadiendo las sombras que
invaden las noches santiaguinas
estirando rosas a los
borrachos de las cantinas
o a los que se recuestan
apretujados
bajo el puente.

En la tasca no están,
ni las bombas
suprimiendo alientos
de niños palestinos
ni están los proxenetas de miles de
Spiniacks que andan
por el mundo
y tampoco tú Francisca que
seguro dormirás plácida
entregada a tus merecidos
mientras yo, a la
pasión de un solo de saxo
que ahora mismo me hechiza
secuestrándome a la
otra realidad.

Y qué importa si me dejo llevar
qué, si la hiedra sigue brotándome
arrastrando a esta sombra
a la redención?

Algún día sentiré el olvido
mi niña
porque la vida se viste de matices y
la poesía es
historia.




III

Al borde de la cordura:
el abandono.

De vez en cuando una fumada pensándote
pequeñita
la que te espera
henos aquí
dejando inconclusa una
tela de Da Vinci
de esas que miraban de frente
traspasando una ciénaga baldía.

Un irremediable derrotero
circula por las calles
cuyas intenciones son el
misterio de un cuento de terror.

Todo es poesía
lo mismo estos
pálidos que beben cerveza
mis amigos conversando
un cuento de Borges
o esa mirada a lo Humphrey Bogart
que un hombre que no conozco
dedica a las féminas del boliche.

Todo
está
suspendido
la historia ha decidido que
así ocurra al menos por ahora y
sea justo un poco
de relajo
a ver si por unas horas
dejamos de lado las
ofensivas que nos
han habitado.

La realidad nos cobija sin
rebozo
más bien
nos destierra desnudos a la
intemperie cada mañana
como piezas de un ajedrez
inmenso
con el único fin
de mantenernos en el maldito juego.


La rebeldía
Francisca
traza los tonos en la
tela de los artistas.

Te conjuro
a dormir unos cien años
y te despiertes en otro cuento
con mejor argumento y la
poesía sea
el pulso de los personajes que
actúan
entonces quizás las
cosas cambien o al
menos teñirá las calles
y esta mala novela quedará
atrapada en un libro sin nombre.

Entonces te encuentres con
una pieza de Charly Parker
arrancando de las paredes
y tu búsqueda no sea silenciada
por misiles que contengan
dibujos de niños guerrilleros.

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