miércoles, marzo 01, 2017

YA NO SOMOS VÍRGENES, de Ingrid Odgers

Terminé de leer hace unos días, Ya nos somos vírgenes de Ingrid Odgers, Ediciones Orlando. Versátil escritora y poeta que nos sumerge esta vez en un mundo interno, muy privado, muy íntimo con la historia de esta mujer, Erika, avecindada en la ciudad de Concepción, separada, con hijos y una difícil sobrevivencia. La novela está escrita en primera persona y tiempo presente en la mayor parte y posee un lenguaje liviano, claro y conciso, sin adornos que entorpezcan el hilo de la historia.  

Ya no somos vírgenes se divide en capítulos cortos que corresponden a experiencias diarias de Erika y su lucha por vivir, por ser, por levantar el rostro frente al mundo, a su familia, a sus padres –aún vivos-, a la sociedad, e incluso, a esos (as) amigos (as) que dieron vuelta el rostro al enterarse de su orientación sexual.

Me parece una apuesta valiente la de Ingrid pues pone sobre la mesa el tema homosexual en nuestro país; y eso es, aunque ya no un tabú, una acción de rebeldía. Y es que estamos inmersos, a estas alturas de los años y siglos, en una cultura hipócrita y hostil frente a la aceptación de aquellos que viven una sexualidad diferente. Posee la novela episodios eróticos muy bien escritos, sin ningún atisbo vulgar; y recalco esto porque tiende a pensarse que si un trabajo literario trata de la homosexualidad, es, necesariamente grotesco. Abajo con los prejuicios de una vez por todas. Ese es mi llamado. En Chile son pocos los escritores que han desarrollado estos temas, pienso, por ejemplo, en Jorge Marchant Lazcano, Pablo Simonetti, Carlos Iturra… entre otros (as);  la mayoría, varones. En poesía, sin embargo, son las mujeres las que se atreven a tocarlo con más frecuencia; y, la verdad es que en toda la literatura gay que he leído de nuestro país, tanto las historias como los versos, son reflejo del amor, de la búsqueda, de la atracción que cualquier ser humano puede sentir por otro, ya sea del mismo sexo o no.

Erika a través de su historia va dejando en claro su propia lucha, sus sentimientos, su tristeza y, a veces, desesperanza; las dificultades que enfrenta por la cesantía y la dependencia económica de su ex esposo; el desgano de no encontrar su propio sitio en el mundo, el juego que significa mentirle a todos y tener que ocultar los sentimientos que la embargan. El amor que nos relata –a María Belén- es conmovedor. No dejo de pensar en mis propios sentimientos cuando he tenido pérdidas amorosas o dudas frente a mis experiencias y no veo ninguna diferencia entre aquello que relata el personaje y yo. El amor es amor, eso es todo. No hay más vuelta que dar al tema.

Ya no somos vírgenes es una novela para conversarla, para tratarla, para hacerla pública; para que la sociedad atienda y desarrolle la inteligencia emocional necesaria y vernos, por fin, a todos por igual con iguales derechos. Las opciones son muchas en la vida, nosotras (os) tomamos los naipes que deseamos asir. Lo demás es la propia aventura y búsqueda; y, por tanto, un camino personal que ha de ser respetado.
Cecilia Palma

Santiago, marzo 2017

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